EL ESTAFADOR #137: SERIES DE TELEVISIÓN

10/10/2012

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editostafa

Las series de televisión han ido evolucionando técnicamente hasta llegar a calidades narrativas y visuales cercanas o equiparables al cine. Los Soprano supusieron el gran cambio hacia otro modo de entender las series en este sentido: grandes guiones y grandes producciones que han hecho que estas salten de las pantallas a nuestra forma de vida. La gente se comporta como si viviera su serie, se mimetiza con los personajes y actúa como Toni Soprano o Don Draper (Mad Men). La series empezaron copiando a la realidad, y ahora la gente copia a las series. Porque el mundo necesita historias. Y en esas estamos.

Javisoprano

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Javirroyo

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Javi Cejas

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Marc Torices

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Sistema de Monos

Y para series serias las de policías. Escuche, escuche esta bella melodía de La Polla, «Series de maderos»: http://grooveshark.com/#!/s/Series+De+Maderos/2Mykrr?src=5

A veces la realidad nos supera.

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Pau Anglada

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Peter Jojaio

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Tamayo

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La primera serie que podía recordar era «Ana y los siete». Solía verla al lado de su padre, sólo por estar sentado en el sofá y no acostado en la cama. Al día siguiente, se dormía en clase, la seño le reñía pero a él eso le gustaba. En su barrio, si no la liabas en el colegio, no eras nadie. Su seño estaba casi plana, al menos en comparación con Ana Obregón. Entonces no se dio cuenta, claro, pero desarrolló una atracción fetichista hacia los pechos siliconados de la que no pudo deshacerse en toda la vida.

Luego, saliéndose de la trama prevista para sus gustos televisivos, vio Los Soprano. Los Soprano era como su vida, o la vida de los que le rodeaban, pero con más glamour, más dinero, más muertos, más familia. Quiso ser como Cristopher, mafioso y guionista. Tuvo una idea genial para una historia sobre su barrio, sin italianos, sin negros, pero con muchos gitanos y payos. Todo quedó en un borrador.

En la cárcel, donde pasó una larga temporada, repetía como un mantra una frase que aprendió en The Wire: En la cárcel son dos días, el que entras y el que sales. Pero no fueron dos días, fueron varios años. Miles de días viviendo en un capítulo horrible, como si la tercera temporada de Lost, con jaulas, castigos y cosas chungas a diestro y siniestro no fuera a acabar nunca.

De nuevo en libertad, la vida se convirtió en un cenagal de horas embarradas. Derrumbados todos los ídolos televisivos, no había nada a lo que aspirar. Ni siquiera le apetecía emular al de Breaking Bad y retomar el menudeo. Ya había salido mal una vez y segundas partes no son buenas. Su único deseo era despertar una mañana y descubrir que todo había sido un sueño. Pero la vida nunca acaba como Los Serrano.

Federico Montalbán

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Javier Vázquez

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Tamayo

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Serial killer

Escúchame, déjate guiar por el hilo de mi voz. Deja que tus ojos se cierren, se relajen, deja que se duerman, no permitas que la realidad te canse, no la dejes entrar, no permitas nunca que la duda penetre tu inquebrantable fe en la verdad absoluta que posees: no te plantees alternativas, no te desgastes en el vano intento por alcanzar la superficie. Húndete, déjate arrastrar por la corriente. ¿Para qué abrir los ojos? Sigue así, en ese delicioso estado hipnótico que…

—Apaga la televisión que te vas a quedar en coma.
—Tranqui, sólo es una serie de nada, un culebrón.

Belisa Bartra

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Xavier Águeda

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Peter Jojaio

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Bárbara Alca

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Diego Burdío

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Xavier Águeda

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Carlos de Diego

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A este lado de la pantalla

De vuelta al pueblo un tractorista me increpa por un adelantamiento. Sin perder mi media sonrisa le hago una leve señal para que cierre el pico mientras contesto al móvil; en esto la guardia civil me obliga a detenerme. No puedo ni plantearme ahuecar el ala. Hay otro coche parado al lado y su conductor me lanza una cansada mirada que yo interpreto como un “bienvenido al club”. Asqueado de tanta curva y tanta pérdida de tiempo, oculto el teléfono y paso de quitarme las gafas de espejo; sin embargo, el poli, lejos de, tomándome por un “sudes”,  desconfiar y acercarse lentamente acariciando su arma con disimulo, viene a paso ligero rascándose la entrepierna y, después de desplumarme con la multa, me suelta una bronca que dura más de lo debido; no puedo ni siquiera darme el gusto de llamarle “agente”.  Llego con paso apresurado a mi puesto de funcionario en el ayuntamiento con el traje levemente arrugado y soltándome el nudo de la corbata, atravesando una muchedumbre de compañeros uniformados con vaqueros y camisas a cuadros de eterno entretiempo. Es ese típico lugar de trabajo en el que nadie pone una excusa para esfumarse cuando está de más (se limitan a quedarse mirando con los brazos cruzados y los que se tienen que largar son los interesados). Como cada día, llevo mi café americano en vaso de papel; menos mal que ya se han acostumbrado, antes se mofaban,  a la vez que se asustaban por la vitalidad que derrochaba. Que les den, ya se ha acabado eso de aparecer con una bolsita de donuts para compartir; me los como pensativo junto a una papelera, observando el tráfico en la esquina más concurrida. Mirando escenas que duran siempre más de lo debido. No como en las series norteamericanas, donde hasta lo más inverosímil termina encajando; con esas miradas y gestos cargados de intención y oportunidad, sus elocuentes silencios, sus frases cortantes, y el ritmo siempre ágil de unas vidas en las que no paran de pasar cosas que duran lo justo, sin todos esos cabos sueltos de tiempo que a este lado de la pantalla se traducen en más años de los debidos.

Juanfran Molina

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Peter Jojaio

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One Comment

  1. Hay que ver más la televisión, que luego nos creemos todo lo que pasa por la calle.