EL ESTAFADOR #141: OBRAS PÚBLICAS ABSURDAS

07/11/2012

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editostafa

Estación fantasma de Guadalajara Yebes, al lado de la ciudad fantasma de Valdeluz (Guadalajara).

Rotondismo, maletines con dinero, aeropuertos fantasma, maletines con más pasta, polideportivos de tamaño desproporcionado, más dinero, grandes eventos deportivos, trajes a medida de regalo, exposiciones universales, qué hay de lo mío, carreteras radiales sin tráfico y con peaje, más y más maletines de esos llenos, ciudades fantasma de adosados al lado de estaciones de AVE inútiles y lejanas a centros urbanos… Toda esta herencia está ahí, atrapada en el tiempo, insólita, y producida por una casta política y empresarial completamente detestable. De esto vamos a tratar hoy en EL ESTAFADOR, a propuesta de los miembros del Colectivo Tong, un grupo de gente que está llevando a cabo acciones en Espinardo (Murcia) contra la barbarie de la especulación. Para presentarlos mejor, os dejamos aquí un texto extraído de su perfil de Facebook que les define perfectamente:

«Todo es mercancía que se compra y que se vende. A buen precio, con increíbles descuentos para combatir la crisis. Outlet. Rebajas. Semana Fantástica. Cupón de descuento por internet. 2X1. Los economistas avisan: no invierta más su dinero en casas, olvídese de la bolsa, compre arte y espere sentado a que su dinero se multiplique. No podemos sentir más asco del que ya sentimos por el dinero. Aborrecimiento total. El Colectivo Tong hace lo que hace porque sí. No hay intercambio, no hay quid pro quo, no hay saldos. Lo que tenemos, mejor, peor, regular, lo ofrecemos gratis.» Colectivo Tong

Web: http://colectivotong.blogspot.com.es/

Video: Aquí

Con los dibujos que aparcen en este ESTAFADOR se realizará una exposición en la galería de arte La Rambla (lo que ahora es la guardería de Espinardo, Murcia) a medio hacer en medio de una rambla. La inaugiración será el 10 de noviembre, así que si estáis por allí, no perdérselo!!!

Javiabsurdo

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«Esta semana, Situaciones Cotidianas es cosa del Colectivo Tong»  Federico Montalbán

Hubo un tiempo en que las personas en el poder tenían grandes preocupaciones. Así,  mientras resonaban los ecos de la revolución fallida,  valga la redundancia,  de 1848,  el barón Haussmann planificó de nuevo París. «Enderezó callejones laberínticos y dispuso gigantescos bulevares que discurrían por la ciudad como si fuesen ríos». Nunca más callejuelas que cerrar con barricadas y sí amplias avenidas por las que hacer desfilar al ejército. Ahora,  se siguen remodelando las ciudades pero con el simple y ubicuo objetivo de llenarse los bolsillos y quitarse problemas de encima. Así,  mientras la burbuja inmobiliaria se decidía por estallar,  un concejal de urbanismo del montón,  de apellido Berberena,  quitó la rambla de Espinardo (Murcia) de los mapas y la proclamó urbanizable. Edificios,  dúplex y,  redoble de tambores,  una escuela infantil. Tal cual.

De momento,  la escuela infantil se ha quedado a medio construir. Las opciones que se manejan son (1) construir algo llamado colector de aguas para canalizar las lluvias y que la rambla no sea rambla,  otra vez,  o (2) derribar la escuela infantil y aquí paz y después gloria. Ante esto aplicamos razonamiento patafísico: Aunque la lógica enseñe que,  entre dos proposiciones contradictorias,  necesariamente una es verdadera,  no tememos declarar que aquí ambas opiniones nos parecen absurdas. Por lo tanto,  imaginamos opciones razonables. (1) El ayuntamiento en pleno se traslada al edificio en medio de la rambla; vestimos nuestra mejores galas,  nos pintamos colores de guerra,  bailamos alegremente la danza de la lluvia; diluvia; la rambla se lleva a todos los concejales,  con el alcalde a la cabeza. (2) La escuela infantil se termina de construir; diluvia por simples cuestiones climatológicas; la rambla se lleva a los niños y niñas entre cero y tres años; los niños son como peces,  conservan instintos submarinos y por eso surgen branquias y aletas inesperadas; se transforman en pirañas,  en calamares gigantes,  en tiburones hembras de aseados colmillos; nadan y llegan hasta las zonas de veraneo de los alcaldes,  de los concejales de urbanismo,  de los presidentes de confederaciones hidrográficas; una vez allí,  sacian su apetito.

Eso imaginamos.

Colectivo Tong
http://colectivotong.blogspot.com.es

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Javirroyo

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Javi Cejas

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Peter Jojaio

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Sistema de Monos

Hace muchos años en Palencia tuvimos de alcalde a uno que se llamaba Marcelo de Manuel. Eran finales de los 90 y se decidió a peatonalizar toda la Calle Mayor. Y en un mismo año lo hizo 2 veces. Primero la peatonalizó, luego la levantó y después la volvió a peatonalizar. El motivo que alegó era que la gente se quejaba de que habían puesto unos adoquines muy incómodos para pasear (en Palencia es típico que toda la ciudad recorra la calle Mayor de un lado para otro sin parar los domingos por la tarde). Yo pensé que había que ser tonto para hacerlo tan mal. ¿Cuánta pasta debió costar todo el curro? Ahora sé que detrás no había más que chanchullos de Hay-untamiento. Y siempre a costa de los paseantes que se tropiezan con adoquines mal puestos a drede. Y no se partirán ellos la crisma en una de éstas, oye.

Hadidas Apóstol le dedicamos una canción a tan insigne hecho y personaje: «Marcelo de M.»

http://hadidasapostol.bandcamp.com/track/marcelo-de-m

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Tamayo

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Bárbara Alca

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Xavier Águeda

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Javirroyo

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JAB

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Obras públicas absurdas

El señor consejero observa, a través de la ventana, el gigantesco puente construido durante el año en curso. Piensa que es majestuoso, aunque ciertamente no tiene utilidad: no lleva a ningún sitio.

En su oficina, a solas, revisa el presupuesto para este año, está cansado, y francamente muy aburrido, pero en la mañana temprano habrá una rueda de prensa y tendrá que declarar el destino del dinero que le es otorgado cada año a esta oficina pública. Lee cada apartado, lo compara con presupuestos de años anteriores. Piensa, parece que medita. Hace anotaciones, con un lápiz de afilada punta, en el listado de partidas.

Hay un buen puñado de euros para sanidad. Menos que el año pasado, sí, pero cierto es que cada vez rinde más porque con los recortes, cada vez hay menos en qué gastar. Otro, para la educación. «Algo habrá que darles», piensa, «pero ya no hay que disimular gastando mucho en cultura: todo el mundo entiende que si no hay para comer, pues menos habrá para libros o musiquitos. ¡Que enciendan la tele! …que al fin y al cabo es gratis. En fin, a los profesores que quedan sí que tendremos que pagarles el sueldo». Apunta algo en el ítem correspondiente y sigue.

Telecomunicaciones. Vivienda. Fomento del empleo. Servicios sociales. Desempleo, deja el lápiz en suspenso. «¡Buf! Aquí estamos gastando demasiado… alguna ley nueva tendremos que sacarnos de la manga». Para asuntos laborales hay una buena tajada: a los sindicatos hay que tenerlos contentos. Y callados.

Limpia el cristal de las gafas con los ojos cerrados.

El señor consejero repasa de nuevo el documento y descubre un dinero sobrante. «¿A qué le asignamos esto?», se pregunta. ¿Escuelas? A él le parece que ya están bien dosificadas. Hospitales para qué si con los recortes no habría personal que atendiera. Las reducciones han conseguido que el Estado ahorre, y, como en este caso, se pueda utilizar el sobrante en otras cosas. «Tiene que ser algo que se vea, algo que quede bien, que salga en las noticias». ¿Qué podría hacerse?

El consejero hace una llamada telefónica. Y después de esta, apunta en la hoja de presupuestos, abajo de todo: «¿viviendas de bajo coste?». El grafito se desliza sobre el papel, encerrando en un óvalo decidido las palabras «bajo coste».

En otra hoja de presupuestos, un año después, el consejero revisa y distribuye gastos. Del dinero asignado a las obras públicas que promueve la consejería, un 78% se ha pagado a la empresa constructora bajo el título «Otros». Un par de líneas antes puede leerse en qué se gastó cada euro del 22% restante. El primo del señor consejero, responsable de la construcción del majestuoso puente que conectaría un extremo de la ciudad con el centro de esta, ahora rinde cuentas, quizá un tanto difusas, sobre unos túneles cuya función nunca se ha especificado. Aún así, la prensa se ha hecho eco de estas magníficas obras.

«¡Ah! Los medios… esto sí que es imprescindible». Apunta una cifra mientras una levísima sonrisa tuerce su boca.

Belisa Bartra

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Pau Anglada

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El teatro más grande del mundo

Fue en el centro de una capital europea, la fachada de un teatro lucía majestuosa, perfectamente iluminada. Paco respiró hondo y apretó la mano de su pareja. Una vez dentro del restaurante, tras finalizar su paseo, hubo de encerrarse en el baño para gritar su emoción ante el aguijonazo de una gran idea. De vuelta a España fue creciendo kilómetro a kilómetro hasta llegar a su pueblo siendo su alcalde y un político de renombre provincial, dejando atrás al pequeño turista sonriente. La idea consistía en construir un gran teatro en su localidad, a pesar de contar ésta con poco más de mil habitantes. Convenció durante un almuerzo a sus concejales y otros jerifaltes del partido, y el proyecto se fue concretando en sucesivos ágapes. La fachada era su obsesión, imponente, gloriosa; toda una aparición de belleza clásica a dos calles de la carretera general y la gasolinera. Una vez tuvieron los distintos presupuestos en sus manos, calcularon el momento de inicio de las obras para que terminasen con el tiempo justo para inaugurar el teatro antes de la fecha de convocatoria de elecciones. Sin embargo, durante el proceso, a Paco comenzaron a presionarle desde altas esferas por todas las cosas que el partido rival construía en la poblaciones cercanas, así que, ni corto ni perezoso, puso otra gran idea sobre el mantel del restaurante en un almuerzo del partido: El Teatro Más Grande del Mundo. Como había dinero y las obras iban a un ritmo rapidísimo, Paco consiguió aumentar el proyecto y multiplicar las licitaciones con la inclusión en el mismo complejo de dos pistas de paddle y una de fútbol sala, un gimnasio, un restaurante, un centro de interpretación de la cultura ancestral del pueblo, dos plantas de aparcamientos en los sótanos, y un coqueto hotel de cinco estrellas que realzase el aspecto rural y diferencial de la zona. Todo contenido en la grandeza de la luminosa fachada, por supuesto. Un par de años después, los analistas llegaron a la conclusión de que los habitantes de aquel pueblo habían vivido muy por encima de sus posibilidades.

Juanfran Molina

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Peter Jojaio

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5 Comments

  1. […] Una viñeta larga para El Estafador 141: Obras públicas absurdas. […]

  2. segmentation dice:

    El tema da para tirar hasta navidad y sacar un especial.

    Será por mierda…

  3. No teneis huevos a construir más pirámides dice:

    Los Argonath, las esculturas que delimitaban el reino de Gondor y situadas a ambos lados del río grande. Mucha pasta invertida y al final no tuvieron suficiente pasta para vaciarlas y convertirlas en sitio turístico con vistas y símbolo de libertad. Ahí los americanos triunfaron…

  4. Peter Jojaio dice:

    «Da gusto salir por aquí con la bici. Si no hubiesen hecho todos estos kilómetros de edificación y diseño inútil, no podría ir en bicicleta por aquí», dice un ciudadano jubilado, «antes todo esto era campo y huerta que no servía para nada».

  5. […] edificio y lo convirtió en galería de arte. Y en uno de sus muros han encolado los garabatos de El Estafador 141: Obras públicas absurdas. No queda tan elegante como que te expongan en El Prado, pero no deja ser una acción muy bonita y […]