LA ESPITA DE GAS: Fantasía de verano

23/06/2014

Hace mucho que no recuerdo mis sueños. Aproximadamente desde el último puente de diciembre. Ahí comenzó el festival de pastillas para la ansiedad, para la depresión, para dormir, para posibles enfermedades que nadie se molesta en diagnosticar… Pero justo después de la derrota de España contra Chile tuve un sueño del que sí me acuerdo. Según Freud, los sueños son construcciones de nuestra cabeza con la intención de que nuestro cuerpo siga descansando. Dicho con simpleza: si nuestro cuerpo tiene hambre, soñamos que comemos para poder entretenerlo y mantenerlo dormido. Según esto, yo tengo un profundo malestar político… Tengo un malestar político de mil demonios sin matiz alguno. Se me ha mezclado con el malestar personal y algunas noches me mantienen en vela entre los dos. Tuvieron que ser sichos malestares los que me hicieron soñar lo que soñé para que mi cuerpo pudiera seguir descansando. Freud también decía que los sueños se componen básicamente de imágenes y que por eso es tan complicado narrarlos. Lo que sigue es una pálida sombra de lo que vi en sueños. Aún así, ahí va el intento.

 

Pan poco. Duro. Y podrido. Y el circo se ha acabado. Las masas se sienten desorientadas. Se habían construido un orgullo nacional (que tiene su componente individual, para qué negarlo) que se ha desmoronado como un castillo de arena pisoteado por un abusón. Los anunciantes que habían invertido fortunas en publicidad se peleaban por llegar a la ventana más alta y salían volando sin saber volar. Televisiones y radios se echaban las manos a la cabeza destrozado sin remedio sus planes de audiencia. Las masas seguían desorientadas y algo en ellas hizo click. De repente lo vieron claro. La Gran Mierda se mostraba en toda su claridad ante sus ojos limpios de legañas futboleras y circenses. Se echaban a las calles pero no con las manos en alto y las mejillas dispuestas a ser abofeteadas. No. Se echaban a las calles y exigían armas. Rompían escaparates y asaltaban arsenales para equiparse como es debido. La revolución estallaba en cada rincón del país. España era una fiesta porque las revoluciones son lugares para la felicidad y el amor. Así son las revoluciones, inesperadas, fuego que todo lo arrasa iniciado por un simple chispa o un par de goles en contra. El Poder era aniquilado de la faz del país. Hombres y mujeres se unían en agrupaciones libres y voluntarias. Un mundo nuevo nacía entre las brumas de mis sueños y yo dormía como un bebé. Desaparecían los políticos, los banqueros, los intelectuales orgánicos y el resto de chusma. El aire se volvía limpio y daba gusto respirar.

 

Entonces sonó el despertador.

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