EL ESTAFADOR #142: BOLIS EN EL OJO

14/11/2012

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editostafa

El 19 de octubre Carlos de Diego y Chema Peral, colaboradores de nuestra publicación semanal, realizaron un taller de cómic junto a los alumnos del instituto Miquel Tarradell dentro de las actividades del III Salón de Cómic Social de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona). El tema de este número de EL ESTAFADOR  fue elegido por ellos, con la finalidad de ser publicados también en este número. Así que «BOLIS EN EL OJO» fue uno de los menos votados en el taller y el que salió elegido por ello, en un quiebro de guión de nuestros dos profesores/colaboradores estafadores. La posrtada de este número es fruto de ese taller y una serie de colaboraciones que podréis disfrutar más abajo, junto a las de los colaboradores habituales.

No podemos dejar de hacer referencia a la huelga general en España. Una huelga necesaria y compartida con algunos de los países del sur, como Portugal o Grecia, con pueblos machacados por una ideología fascista de mercado que va dejando un rastro de desempleo y pobreza a su paso (por no contar las muertes derivadas ya de la propia crisis, como los suicidios por el drama e los deshaucios en España, mientras los responsables se reúnen para intentar poner parches en una herida demasiado grande ya). Una historia de retrocesos sociales y de creación de pobreza en todos los ámbitos que no ha hecho más que empezar y queremos denunciar desde EL ESTAFADOR con todas nuestras fuerzas.

En nuestra labor social, el pasado número contamos también con un tema propuesto por el Colectivo Tong, un grupo de gente que está desarrollando una serie de acciones en Espinardo (Murcia) para poner en evidencia actuaciones de especulación en esta localidad. Han okupado con actividades una guardería a medio construír en mitad de una rambla y allí han hecho una exposición de los dibujos y textos de EL ESTAFADOR 141 (cuyo tema propusieron ellos: OBRAS PÚBLICAS ABSURDAS). Desde aquí queremos agradecer al Colectivo Tong su labor y os dejamos aquí abajo unas imágenes de la exposición, con las obras pegadas en los muros de la maltrecha guardería a medio hacer.

Por otra parte, queremos dar la bienvenida a un nuevo colaborador, Pau Badia (Nomdenoia), que publica habitualmente sus dibujos en este blog, completamente recomendable: http://nomdenoia.blogspot.com.es .

Y por último, queremos recomendar a los lectores que estén el 1 de diciembre en Barcelona con niños que el 1 de diciembre, en la Sala Apolo, varios de los colaboradores de EL ESTAFADOR estaremos dibujando en directo mano a mano con nuestros respectivos hijos (aquellos que nos reproducimos en su día) las canciones de Candela y los Supremos a las 12:00 h. Es un concierto ilustrados para niños, papás, mamás y familiares. Si queréis saber más, el evento en Facebook lo podéis consultar aquí: http://www.facebook.com/events/375827965834439/?fref=ts . Allí estaremos dibujando Mariscal (junto a sus retoños Alma y Linus), Albert Monteys (con Max y Teo), Carlos de Diego (con David y Alex), Martín Tognola (junto a Mati), Jon Sabin (con Elvis) y servidor con Nico y Lola. No perdérselo que va a ser un fiestón.

El lustroso cartel, aquí:

Javirroyo

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Javi Cejas

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Peter Jojaio

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Nomdenoia

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Sistema de Monos

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JAB

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Tamayo

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Peter Jojaio

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Bárbara Alca

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Xavier Águeda

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Fanfarroneaban. Lo hacían tan a menudo que parecía que su arte consistía solo en eso. Pasaban las noches alrededor de un café, de uno solo, entiéndase, gorroneando tabaco al resto de clientes desprevenidos, haciendo planes para el fin del mundo y la realización de la Poesía. Simple charlatanería. Hasta que un día, Nicolás Dante, nombre de guerra, llegó con los ojos incendiados, la piel de gallina y la voz temblorosa. De forma solemne, anunció que llevaría a cabo la performance definitiva de su vida y que se iba a titular “Bolígrafo en el ojo”.

Lo que vino después lo supieron por los periódicos. Nicolás, de forma completamente inexplicable, consiguió colarse en una rueda de prensa del Presidente del Gobierno. Y no solo eso, consiguió burlar la seguridad personal del gobernante, plantarse delante de él y, al viejo grito de EL CRIMEN ES LA MÁS ELEVADA FORMA DE SENSUALIDAD, clavarle un bolígrafo en el ojo.

Desde entonces, Nicolás y su “Bolígrafo en el ojo” pasaron a formar parte de la mitología privada de aquel grupúsculo de artistas sin presente ni futuro, herederos de una tradición desheredada. No obstante, todavía discuten si expulsarlo o no. Al fin y al cabo, está en la cárcel, viviendo a costa del Estado, como si le hubieran otorgado una beca vitalicia y eso, según sus estatutos invisibles, es algo inaceptable.

Federico Montalbán

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Ricken

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Tras el muro

María lee la carta del banco y no da crédito a sus ojos: ¿de verdad le van a quitar su casa? ¿Es que ellos no saben que no tiene nada más en el mundo? Se pregunta si los del banco tendrán casa, familia, hijos o corazón. Ella no tiene nada más que esos cuatro muros que la rodean, nunca tuvo hijos, ni marido, ni siquiera un perro que le ladrara al llegar a casa. Relee la amenaza: si en dos semanas no paga lo que debe, un equipo de profesionales se encargará de vaciar su mundo.

—¿A dónde me voy a ir? ¡Si no tengo dónde caerme muerta!

María vive sola. Hace ya quince años que paga hipoteca. La consiguió a buen precio, en un momento de su vida que parecía propicio para empezar, para construir. Pero en década y media las cosas pueden cambiar, los cimientos pueden agrietarse, los muros finalmente caerse. Los trabajos, perderse; los intereses, doblarse; los bancos, demonizarse. Las esperanzas, quebrarse. A María, como a todos, las cosas pueden pasarle por encima.

Ella, aunque no tiene familia, tiene vecinos, y estos le sugieren que haga algo, que se rebele. «Tú llevas años pagando esto», dice uno, «¿acaso, si te quitan la casa, te devolverán algo?». «Las cosas no se pueden quedar así», dice otro.

—Al menos deberían devolverte lo que ya has pagado —dice Carmela.

—No me van a dar nada. Se quedan con todo: lo que pagué, el piso y encima tendré que pagarles intereses.

—Tienes que plantar cara, que te lo digo yo.

—¿Y eso cómo se hace?

—¿Viste la noticia de la mujer a la que le clavaron un boli en el ojo? Esa pobre mujer no se lo merecía, pero tú podrías clavarle uno a esa basura bancaria —le recomienda Carmela—. Te atrincheras en una parte del piso, oye, que para eso lo has pagado.

—¿Y cómo voy a hacer para quedarme con una parte del piso, Carmela? —lloriquea María.

—Mira, no sé, tía… levantas un muro. El Pablo tiene unos ladrillos que le sobraron de cuando reformamos el baño: ¡úsalos! Una pared que cierre la cocina y el pasillo, ¡y andando! Que se queden con su piso, sí, pero lo que has pagado es tuyo. Cuando la pasma intente entrar, no podrán sacarte de ahí ni a tiros, vamos —eso dijo la vecina de María y a ella no le pareció tan descabellado.

Desde la ventana de su casa, Carmela observa al equipo que envió el banco: una cuadrilla para desmontar la vida de su vecina. Disfruta imaginando la cara que van a poner cuando se encuentren con la vivienda dividida. Legalmente una parte ya está pagada, así que no podrán sacar de ahí a su amiga. Le dejó un afilado bolígrafo a mano, para que, llegado el caso, actuara. «Además», piensa, «si es que está en la cocina». Ríe entre dientes cuando los ve entrar: «ya verán estos cabrones lo que se van a encontrar».

Tras veinte minutos de espera observa a la policía entrando y saliendo, con cara de alarma. Uno de ellos lleva un pico y una pala. Otro habla por teléfono. Los empleados del banco inspeccionan el procedimiento. Carmela supone que ya se toparon con el muro. Media hora más tarde, tras escuchar unos cuantos golpes en las paredes vecinas, se hace el silencio: «Ajá, ya descubrieron a mi María al pie del cañón».

Desde la ventana, semioculta tras la cortina, puede ver cuando llega otro coche. Esta vez no son ratas del banco: se trata de una ambulancia que, sin encender la sirena, se ha estacionado frente al edificio. Sale un grupo de ratas llevando algunos escombros. «Le habrá caído un pedazo de pared a alguno», se congratula, «pues que se jodan».

Los paramédicos salen con una camilla y sobre ella un cuerpo cubierto de pies a cabeza que no permite adivinar a quién pertenecía antes de que fuese necesario envolverlo por entero con un plástico negro. «Ay, dios, ¿será que María mató a alguien con el boli?». Carmela baja corriendo las escaleras que la separan del mundo real.

Uno de los paramédicos sale de la ambulancia después de asegurar la camilla con el paquete envuelto. Carmela se acerca. El hombre le cierra el paso.

—¿La conocía? —le pregunta al ver su expresión desencajada.

—¿Dónde está María? —grita Carmela.

—¿La señora? La encontramos muerta —se lamenta una de las ratas a su espalda—: es el segundo suicidio por desahucio en este mes.

Detrás de él, los objetos que atesoraba María van saliendo, los agentes de policía los acomodan, ajustados, ordenados, dentro del camión de embargos que contrató el banco.

Belisa Bartra

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Pau Anglada

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Peter Jojaio

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Diego Burdío

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El rotulador en el ojo

Estaba sentado en la oficina gris ante la pantalla del ordenador, rodeado de carros repletos de carpetas, observando pautas y archivando expedientes, anotando trámites, buscando soluciones en cajones; así hasta que miré por la ventana y algo llamó mi atención. Había una larga fila de ordenados atriles en la plaza cercana. Decenas de niños uniformados dibujaban en silencio mientras el profesor revisaba su teléfono móvil. La inspiración parecía llegar del entorno: la fuente del parque, árboles, perspectivas, bancos, etc. Uno de ellos pintaba otra cosa, una cara como de cómic o algo así, con una gran sonrisa y unos ojos enormes y vivos; utilizaba muchos colores, en contraste con los lápices y carboncillos de sus compañeros. Otro de los chicos, algo más alto que los demás, apareció por detrás y comenzó a increparle, dándole palmadas en la cabeza ante las risitas cómplices del resto. Finalmente cogió uno de los rotuladores de colores y atravesó uno de los ojos del dibujo, dejándolo allí clavado. Por sus gestos, me pareció entender que quedaba totalmente prohibido tocar ese rotulador, algo que provocó comentarios entre los alumnos, cada vez más excitados. El niño parecía tranquilo, distinto, acorazado diría yo. Rebuscó en su bolsa y sacó papeles de periódico que manipuló y dobló hasta conseguir un cilindro que se dedicó a pintar de diversos colores ante la mirada curiosa de los otros. Sin llegar a rozarlo, con ese artefacto tapó el rotulador, que parecía ahora un cohete espacial; después trazó un círculo alrededor de la cara que había pintado y lo adornó de otros círculos, líneas y trazos, quedándole una especie de planeta sonriente. El conjunto me recordó lejanamente algo como de la niñez, pero no sabría decir qué.

Juanfran Molina

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JAB

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5 Comments

  1. Oruga dice:

    ¿Cuáles son los comics del taller y cuales los de El Estafador?

  2. […] Una viñeta para El Estafador 142: Bolis en el ojo. […]

  3. Diego dice:

    El mío es del taller XD

  4. Alvaro dice:

    este numero me ha parecido un poco flojillo…

  5. bacterio dice:

    La próxima semana podéis hacer un especial sobre balas de goma en el ojo.

    https://twitter.com/Rereguarda/status/270891264306712577/photo/1