EL ESTAFADOR #150: PATERAS DE ESPAÑOLES

09/01/2013

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Llegamos a los 150 números de EL ESTAFADOR. 150 números de bromas dibujadas de actualidad o de temas que nos apetecen y que a veces tienen una extraña conexión con tu cerebro. Desde aquí os queremos agradecer a los más de 15.000 lectores semanales de nuestra publicación que nos leáis y nos sigáis semana tras semana. También queremos dar muchas gracias y besos cariñosos a todos los autores de EL ESTAFADOR que son los verdaderos protagonistas de este pequeño altavoz que nos montamos allá, en septiembre de 2009. Y por último, gracias a Chispum, la marca de vinilos decorativos que patrocina las necesidades tecnológicas de nuestra publicación. A tutti, gracias.

Pero vayamos al tema de la semana. Al mismo tiempo que se inaugura el tren de alta velocidad que conecta con Francia y mientras Mariano Rajoy, Artur Mas y el Príncipe aguantan la cara de póker delante de las cámaras de televisión, miles de jóvenes («la generación más preparada que nunca ha existido», menuda frase más relamida y resobada) emigran en busca de trabajo como ya lo hicieran generaciones anteriores. Es la patética fotografía de España: el segundo país del mundo que cuenta con más kilómetros de vía en circulación de trenes de alta velocidad (solo después de China) y a la vez el primer país del mundo en número de parados. Desde 2009, más de 350.000 jóvenes han emigrado buscando empleo fuera de nuestras fronteras, con la esperanza de encontrar una vida que no le ha dado un país decadente, corrupto y culturalmente retrasado. Un país incapaz. De ahí nuestro tema de hoy: PATERAS DE ESPAÑOLES. Un consejo: huyan si pueden.

Javimigrante

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Javirroyo

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Javi Cejas

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Nomdenoia

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Peter Jojaio

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Sistema de monos

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Bárbara Alca

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Tamayo

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Peter Jojaio

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Cualquier piedra en el camino

El extranjero. Aquel a quien los sonidos de la calle le alcanzan un poco más tarde.

Carlos Skliar, en No tienen prisa las palabras.

Patera. (Quizá del lat. pat?ra, pátera).

Embarcación pequeña usada para el transporte de inmigrantes ilegales.

De la RAE

—Esos de las pateras llegan aquí como si esto fuera el paraíso. ¡Aquí no hay para todos!

—¿Y allá?

—Allá no sé que hay, pero oye… ¡haber nacido aquí!

—Yo no nací aquí.

—Tú eres diferente.

—¿En qué?

—Bueno… tú no eres de allá.

—Quieres decir África. Pues no. Pero también soy de fuera.

—Ya, pero no llegaste en patera… qué sé yo, además hablabas español.

—Ajá. ¿No tenías ganas de irte para huir de la crisis? ¿Qué crees que serás en cualquier otro lugar?

—Mira, ya sé que ser extranjero es duro…

—No, no lo sabes. Lo saben tus padres, los míos; tus abuelos y los míos. Lo sé yo, pero tú todavía no.

Mira tu propia piel para que veas a un hombre (pero bien podrían ser cientos, miles de ellos), uno que un buen día se va a hacer las Américas (pero bien podría ser Europa o cualquier lugar del mundo lejano y vivible, amable; al menos eso cree este hombre), llega a una tierra que sin ser hostil le es extraña. Con el pasar del tiempo, una parte de su propia tierra se pierde, al mismo tiempo que hace suya la nueva, que deja de serlo a medida que la amansa. Aprende una cultura distinta, se resiste al principio, pero ella también sabe domesticarlo. Nace, crece, se reproduce y muere. Su descendencia crece en un país próspero, hasta que deja de serlo. Porque todo deja de ser, el cambio es inherente a la vida. Y esa descendencia escoge regresar a la tierra a la que —así lo siente— tiene derecho a habitar, porque la lleva en la sangre, en las historias nostálgicas de su progenitor; en todo caso, en el derecho a hacer suyo el lugar del universo que escoja. Y se va, surca aguas o aires, el caso es que recorre en sentido contrario el camino que dejó trazado su padre. Pero la tierra, no necesariamente hostil, pero sí extraña, le demuestra que es un extranjero, y que de nada vale conocer un idioma, o llevar cierta sangre en las venas, o recuerdos prestados en la memoria. Así que se enfrenta al mismo proceso de domesticación que vivió su progenitor. Y llora, ríe, aprende, doma y se deja domesticar por ese lugar que, finalmente, hace suyo. Nunca del todo, pero ya la memoria comienza a mezclarse. Y así crece, se enamora, se reproduce, y muere. El producto de esta mezcolanza, llámese como se llame y cualquiera sea su género, descubre un día que, mira por dónde, de nuevo hay un motivo para irse, de nuevo no hay suficiente para todos, de nuevo hay que surcar aguas o aires, desandar caminos que ya no se sabe muy bien en qué dirección deberían ir. O quizá los caminos no tienen dirección, se limitan a guardar el lugar justo para asentar los pasos. Y así, este hombre o  esta mujer, con todas las sangres mezcladas junto a todas las memorias de padres y abuelos, recorre un camino que ya es viejo, que ya tiene los pasos marcados, y que ya no tiene principio ni fin, ni entrada, ni salida. Y ese ser humano se da cuenta, entonces y no antes, de que se es extranjero en cualquier parte, y en todos es duro como cualquier piedra que te encuentras en el camino.

Belisa Bartra

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Paula Suárez

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Xavier Águeda

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Pau Anglada

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Javirroyo

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Pateras

“Hola hijo, a tu madre y a mí nos hizo muy feliz tu correo del otro día, ya que sabemos que siempre andas muy ocupado. Es estupendo que te vayan tan bien las cosas en el estudio de arquitectura, y a tu esposa en su empleo, que no recuerdo ahora en qué consistía, y que todo funcione tan maravillosamente bien por allí. Ojalá podáis venir esta vez a pasar unos días en Navidad. Tus hermanos tienen ganas de saludaros y nosotros de ver a los niños. Dile a Antje, tu esposa, que no tema por su seguridad, que las cosas están mal, pero que aún podemos pasear por el pueblo sin que nos asalten, y que de los contenedores de basura no salen hombres harapientos armados. Por otra parte, en el restaurante de la carretera se come bastante bien. Tu hermano estuvo el otro día en un almuerzo con los compañeros y me dijo que los trataron muy bien, y que os explique que nadie fuma en ellos saltándose la ley. Respecto de la situación general, he de decirte que ha descendido bastante la inmigración, ya no llegan tantas pateras. Me acordé de ti al leer el dato, y de cuánto te inquietaba la llegada masiva de inmigrantes. Pedro, el hijo de Manolo, el del taller, acaba de terminar la carrera. Me ha dicho que le gustaría hablar contigo si vienes para que le asesores. A él también le gustaría ir a Alemania. Todos por aquí agradecen lo que hiciste por sus hijos, y están contentos de que muchos del pueblo estéis en la misma ciudad. Tú, Jaime de camarero, el hijo de Pepe en la construcción, la hija de María de enfermera y los demás. La mayoría estarán aquí para las fiestas. Bueno, no te entretengo más, me despido esperando tu respuesta. Un abrazo mío y de tu madre para ti, Antje, y los niños, Edwina y Nobert.”

Juanfran Molina

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Peter Jojaio

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Peter Jojaio

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2 Comments

  1. sensono dice:

    Que bueno el chiste de la publicidad, incluida la nota.