13/03/2013
Cuando leas esto seguramente ya habrán elegido un nuevo Papa entre unos señores mayores que dicen tener el móvil de un ser supremo y que hablan con él. Como si fuera un viaje al pasado, asistimos a un ritual del medievo bastante marciano (mirado así, desde fuera), donde un grupo de gente mayor sexualmente reprimidos, deciden un líder mundial. Podría ser el inicio de una película de serie B de ciencia ficción, pero si abren cualquier periódico de los llamados «serios» verán que no es un sueño. Nosotros, al igual que la Iglesia, también nos movemos en los terrenos de la ficción y de las medias verdades. Así que hemos querido hacer un especial sobre este ritual tan curioso, mundialmente conocido y humeante: Habemus Papam.
Javifumatablanca
Para los que queráis saber cómo se las gastan en Ponferrada, os propongo de ejemplo la escucha atenta, y en un lugar íntimo, del inicio del Carne Cruda de ayer 12 de marzo: http://goo.gl/IZ3Y7
Humareda
Fumata nera
El hombre, vestido por completo de blanco, deja que su mirada resbale por la ventana como si con ella pudiera dejar ir la rabia. Su cabello, a juego con la vestimenta y, a pesar del frío, está apenas cubierto por un bonete de seda. Su boca se encoge en un rictus furioso.
—No puedes obligarme —lo dice ya sin convencimiento, es apenas un reclamo indignado: se sabe perdido. Recoge su mirada de la ventana y la deposita en el traje rojo del hombre que está a su lado; observa los faldones raídos que ocultan tan bien sus pies como sus intenciones. Parece que lo escucha, atento, hasta se podría decir que servil, pero abre la boca sólo para enseñar los dientes:
—Eh… bueno, tú conoces las acusaciones de pederastia que circulan… es un tema de «moda» —y agrega con sorna—: Tienes que decidirte, no creo que te convenga alborotar esa hoguera.
—¡Tú también lo has hecho!
—Cierto, pero tú no tienes pruebas. Yo sí.
Las oscuras arrugas que rodean los ojos del hombre de blanco parecen acentuarse. Murmura: «Nos conocemos hace tanto tiempo», pero, de nuevo, se sabe perdido.
—En fin, esto es a dedo: elegirán a quien tú señales —responde el cardenal. En la habitación el silencio se espesa como la grasa fría, ya es difícil moverse. El hombre de blanco sabe que debe responder. Al fin asiente y despide al hombre con la mirada que luego devuelve con lentitud a la ventana. Observa la chimenea, ahora fría, piensa que su ímpetu fogoso se apagó en algún momento sin que él fuese capaz de darse cuenta, y ahora sólo quedaba una chamusquina de humo gris.
Fumata bianca
En la Piazza San Pietro se levanta el grito unánime de miles de fieles tras observar la columna de humo blanco que sale de la chimenea:
—¡Habemus papam!
«Con clave de asco: Potentes inhibidores, juramentos de confidencialidad, limpiezas bucales, análisis de ADN, colonoscopias, pruebas de orina, pruebas de «esfuerzo», tests psicotécnicos, cacheos, magreos, limpiezas de cutis, pruebas de embarazo, ensayo general, lectura de prueba, pase de modelos cardenalicios, cilicio aquí, cilicio allá…
OBJETIVO: negar La Tiniebla y Podredumbre que les envuelve a todos.
Y quizás, tal vez, puede que en algún momento, pequeño, muy pequeño, alguien se acuerde de Cristo». Susana SK.
Paradojas temporales: Siga en directo cómo funciona La Edad Media. La humanidad pendiente de una chimenea.
No se han enterado de que Dios hace tiempo que se ha esfumado.
Y ahora, niños, rezad por vuestro Papa cantando con Ska-P su «Crimen Sollicitationis»: http://youtu.be/Ljgk7dT-u-U
Habemus Papa
Debe tratarse de una broma, dijo un de ellos mirando al resto con los ojos fuera de sus órbitas, planetas descarriados. El centenar largo de cardenales que le rodeaban no tenían mejor cara. Aquello parecía más cosa del diablo que de dios.
Acababan de sentarse para iniciar el cónclave cuando vieron una tablet sobre la gran mesa central y una nota que ponía: Denle al play. Tras hacerlo, contemplaron un vídeo del Papa Emérito en el que les anunciaba un pequeño cambio en las normas de la reunión. Deberían permanecer en esa sala hasta que consiguieran ponerse de acuerdo en la elección del nuevo Papa, solo entonces podrían salir. Se les dejaba agua y comida (frugal, eso sí) para varias semanas. Por último, se disculpaba por no haber tenido tiempo de proporcionarles camas y otras comodidades tales como las necesarias para evacuar convenientemente los excrementos de cuerpo y alma. By te way, añadió cuando todo parecía acabado el políglota Padre Romano Emérito, todo será retransmitido en streaming.
Superados los primeros segundos de parálisis, uno de los cardenales se lanzó contra la puerta para comprobar que no se abría. Nos han encerrado, gritó, esos hijos de puta nos han encerrado. Pues acabemos con esto cuanto antes, propuso el más sensato de todos. Y a ello se pusieron.
Al principio, conservaron los modales, eligieron un rincón discreto de letrina, racionaron la comida y el agua y argumentaron con palabras rimbombantes sus votos. Pero pasaron los días y no se ponían de acuerdo. El ambiente se tornó prácticamente irrespirable. La comida empezó a escasear. Los impulsos de la carne nublaron la razón y se bendijeron todos los orificios corporales. Los gruñidos sustituyeron a las palabras. Los buenos modales se rindieron a las pasiones. Sodoma y Gomorra en la capital terrícola del poder divino.
El cónclave acabó convertido en un espectáculo mediático sin precedentes en el que, en un impensable Gran Hermano, los televidentes pudieron ver todo un festival de sexo desatado apenas encubierto por el sotaning, peleas a muerte y hasta canibalismo en crudo.
Ninguno de ellos sobrevivió. El último murió atragantado cuando se comía la costilla de un rival. Despejado el campo de batalla, BXVI volvió triunfante y sin oposición al trono de San Pedro.
Zapatos rojos
Dormía en su piso de Madrid cuando de pronto sonaron campanas y alguien llamó a la puerta, golpeándola con fuerza. Se levantó alarmado y al abrir era la Guardia Suiza encabezando una nutrida y sonriente comitiva. Ni en sus numerosas visitas al Vaticano los había tenido tan cerca, y su vista se desdobló entre los colorines de su atuendo. Todos entraron en tropel y en cuestión de segundos ocuparon su pequeño apartamento.
Ahora estaba dormido y alguien le despertó con ligeros toquecitos en el hombro, era el Papa Benedicto XVI, vestido de Papa, con sus zapatitos rojos. Palpó rápidamente el lado de su mujer para que lo viera, sin recordar que llevaba años muerta, y después se incorporó excitado, encendiendo el cigarrillo que descansaba en el cenicero de la mesilla. Sin mover un músculo, el pontífice comenzó a susurrarle mensajes entrecortados en un castellano que se complicaba por momentos, a punto de enrocarse y convertirse en latín. Decía “soy un peregrino que emprende la última etapa de su peregrinaje en esta tierra”, “Pederastia”, “los españoles, siempre los españoles”, “los preservativos no solución”, “abnegación”, “lobby gay”, “cuervos”, “transparencia”,“fe”, “corrupción”, “curia”, “esperanza”, “banca”. De pronto se calló, y cuando quiso tocarlo ya había vuelto a la gran fotografía enmarcada de la pared del dormitorio.
El murmullo aumentaba. En su salón se concentraban 115 cardenales con sus capelos. Estaban por todas partes, parecían una orquesta cansada: bostezaban, sonreían, cuchicheaban, se hacían carantoñas y se apuntaban con el dedo índice lanzándose suaves amenazas. Se bebían su coñac y fumaban su tabaco, expulsando un humo negro. Se persignó y sus ojos buscaron distraídamente al Espíritu Santo por el techo.
Los 29 octogenarios que no podían votar dormitaban sentados en un pequeño recibidor que antes no existía. Los operarios que preparaban la chimenea para la fumata, los conductores y el portavoz estaban de pie en la cocina, riendo y comiéndose sus galletas. El mayordomo se encerró en el baño con el inalámbrico del salón y el secretario personal trataba de escuchar tras la puerta.
De pronto pareció despertar, recordó que la elección estaba al caer y salió precipitadamente con su bandera vaticana en dirección a la Plaza de San Pedro, antes de que estuviese atestada. La madrugada sorprendió al anciano abanderado en pijama dos calles más allá, y una gota de lluvia apagó su cigarrillo.
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¿Por qué?
Soy Pilar, sé que esta nota que os voy a escribir dirigida a todas las mujeres, especialmente a las feministas (cada día más radicales) no le vais hacer ni caso, pero aun así y todo quiero hacerlo.
En los años ochenta yo pertenecía (aún sigo perteneciendo como socia) a la Asociación de Vecinos de Picarral (Zaragoza). En ella fui miembro fundadora de la comisión de mujeres, junto a Pilar Añon, Carmen Langarita Carmen Valencia (ya fallecida). En esos años fuimos muchas las mujeres las que en manifestaciones íbamos a pedir la ley de divorcio, la del aborto, en contra de la violencia de género y muchas cosas más siempre a favor de las mujeres. Algunas veces, desde las ventanas, los soldados de Cristo Rey nos tiraban hasta ladrillos. Sigo yendo a manifestaciones apoyando siempre que puedo.
Pero no estoy de acuerdo como, últimamente, desde el colectivo de mujeres y feministas no somos capaces de ver lo que está bien o lo que no está. Sobre lo que hacen algunas mujeres que se separan tratando a los hombres mal, y mintiendo en los juicios de unas maneras que tanto abogados como jueces conocen sobradamente y no hacen nada, sobre todo siempre que hay niños de por medio. NUNCA NUNCA HAY QUE DARLE AL MATRATADOR, NI SIQUIERA UN POCO DE FAVOR. Pero yo me pregunto, ¿Por qué desde la Casa de la Mujer no se apoya al hombre bueno?, ¿Por qué no se pide en esos casos la custodia compartida? ¿Por qué se le trata igual a un hombre que se ha ocupado igual que su mujer del niño que a un maltratador? ¿Por qué las madres que tenemos hijos buenos no somos capaces de luchar y ayudarles?
Creo que ya vale…que todas sabemos que esto esta pasando… Quizás sería hora de hacer una asociación de madres de hijos separados y luchar junto a los hombres buenos a tener las mismas ventajas en todos los sentidos.
Así que en el día de la mujer trabajadora quizá nos teniamos que preguntar sobre esto que yo os he escrito. Y ser la mujer una persona que piense más en los hijos que en ellas misma.
Un saludo.
Pilar Espallargas
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Os doy las gracias por publicar esta nota que yo misma mande a la casa de la mujer de Zaragoza y su contestación fue tan dulce que en lugar de una opinión parecía un pastel.
Mola…