03/04/2013
Un sistema que roza los seis millones de parados. Que ningunea a la mayor parte del mismo regalándose a las doctrinas de los mercados financieros como un amante desesperado para colocar su culo a la altura del miembro viril del capitalismo más bestia y agresivo. Que pasa por alto que muchos políticos, cargos nombrados a dedo, instituciones o empresarios sin escrúpulos evadan impuestos con dinero en paraísos fiscales. Que mira para otro lado mientras presidentes de comunidades autónomas estén metidos hasta las trancas en casos de corrupción. Que permite que se esté vendiendo la sanidad pública y hundiendo la educación universal. Que observa atónito a presidentes pasando las vacaciones con delincuentes. Que tiene un presidente del gobierno que en lugar de dar la cara ante los ciudadanos, se esconde tras un televisor de plasma. Eso no es un sistema. Eso es una mierda.
Mientras, en nuestro pequeño sistema estafador, damos la bienvenida a un nuevo y experimentado colaborador, Rubio, con el que esperamos disfruten en medio del lodazal en el que estamos metidos.
Javisistema
¿PERO ESTA MIERDA QUÉ ES? ¿EL PUTO MENSAJE DE NAVIDAD DEL REY? Estoy descubriendo que no sólo son tontos los políticos, sino también los periodistas que se sientan a mirar el DVD. Menos mal que quedan unos cuantos como eldiario.es. #NiVozNiFotos http://www.eldiario.es/politica/Rajoy-comparecer-television-plasma-despues_0_117588822.html
Sistemas
La realidad es que estamos atrapados en un sistema de sistemas del que no vamos a salir. Nunca. La única verdad es que eres esclavo del sistema, de cualquiera, de todos, porque para salirte de un sistema, necesitas de otro.
La Vía láctea, que contiene millones de sistemas planetarios entre los que se encuentra nuestro sistema solar, que dirige cada uno de los movimientos estelares y planetarios; en nuestro caso el planeta Tierra, del que, asumámoslo, es imposible escapar con vida. Hasta un satélite pequeño y sin luz propia puede imponer su criterio: la Luna es prueba fehaciente de esto, ¿cómo no bailar al ritmo de sus vaivenes caprichosos, sus mareas y sus mareos?
El sistema social y político establecido en cada continente, que a su vez se divide en otros sistemas específicos para cada país, luego uno para cada ciudad, pueblo, calle, casa, habitación, persona. Y dentro de cada persona hay un cerebro, el dueño del cotarro, que regula el sistema límbico, del que no puedes prescindir si quieres sentir algo, ser, y por tanto, sobrevivir. El sistema nervioso, sin el que no podrías percibir tan siquiera un leve roce de pieles; el sistema óseo y el sistema muscular, de alguna manera hay que mantenerse en pie; el sistema respiratorio, te crees libre cuando tomas aire, pero la prueba de que eres su esclavo es que no puedes pasar sin él; el sistema digestivo, todo lo que te tragas, quieras o no; el sistema excretor, de algún modo hay que deshacerse de lo inservible; el sistema reproductor, a pesar de todo, quieres expandirte; el sistema endocrino, malditas hormonas; el sistema inmunológico, o la esperanzadora idea de que algo te protege. El sistema circulatorio: saber que circulas libremente por todo mi cuerpo y encima, me atraviesas el corazón.
El problema es creer que el problema es el sistema.
Ésta es nuestra visión del sistema. Un buen resumen. La canción es de Hadidas Apóstol (http://hadidasapostol.bandcamp.com) pero nosotros la hemos versionado. Te invitamos a cantarla moviendo los pies así el domingo que vayas a votar: https://vimeo.com/42161583
Sistema
Se hace necesario saltar al vacío, a pesar del vértigo. No podemos ser tan ingenuos como para pensar que hemos salido indemnes de tanto dispositivo de control y manipulación. Somos hijos del desastre, o con más precisión: somos su producción. El sistema no lleva dentro su solución. Ésta existe en el exterior. Sabemos que lo que nos han colado como vida no lo es. La única certeza es la del malestar. Nuestros pensamientos han surgido aquí y ahora, en un contexto de dominación, están formados por el lenguaje que el imperio nos ha enseñado. Nuestros sentidos, sometidos al biopoder, también están dispuestos a engañarnos a la primera de cambio. Así, vemos los objetos como simples objetos y no como la mercancía que los explotadores han robado a nuestros hermanos. Calificamos de objetivo a lo que es simple y llanamente la verdad del sistema. Nuestros afectos son fruto de una educación sentimental roñosa, temerosa, sumisa, ¿hasta dónde, pues, nos podrán llevar? ¿en qué vínculos podemos confiar? Con demasiada frecuencia caemos en la trampa de “sí, sí, todo eso está muy bien pero ¿qué proponéis? ¿cuál es vuestra alternativa?”. De poco sirve enredarnos en defender un modelo minucioso del mundo por venir porque será tan radicalmente distinto al que conocemos que no lo podemos describir con los parámetros actuales. ¿Qué podríamos decir de él, que será libre, solidario, comunista, feliz? Pero, entonces, ¿qué significa libertad, solidaridad, comunismo, felicidad? Las fuerzas hay que concentrarlas en la dislocación definitiva, la destrucción completa de lo que nos oprime. Todo comenzará después del fin del mundo.
El autobús
La flota de autobuses fue renovada debido a la crisis (pocos, más grandes y con publicidad en su interior). Por eso nos alegramos tanto cuando, tras correr bajo la intensa lluvia hasta la parada, encontramos uno. Subimos y ocupamos los primeros asientos, estaba casi vacío. Pasaban los minutos y no se decidía a partir; el conductor avisaba de que no subía nadie más, pero desde la central le ordenaban que esperase. Por fin se cerraron las puertas (el frío se hacía insoportable) e inició su marcha. Poco a poco fue montándose gente en las distintas paradas. Empezábamos a acumularnos; con toda la ropa invernal apenas nos podíamos mover y el vaho dificultaba la visión. Desde altavoces situados junto a las nuevas pantallas de publicidad, una voz conminaba a los viajeros a avanzar hasta el fondo, según los sensores aún quedaban bastantes plazas libres. Algunos protestaron airadamente al conductor, pero éste les remitió a la dirección mientras continuaba admitiendo pasajeros.
De entre el tumulto surgió una mujer que comenzó a organizarnos, consiguió abrir un estrecho corredor por el que obligó a los más jóvenes a avanzar hacia el fondo, manteniendo agrias discusiones con quien se pusiera por delante. Yo estaba ensimismado escuchando música, me levanté levemente y una señora se deslizó en mi asiento, la miré y sus ojos me retaron. Una joven embarazada vio lo sucedido y fue en busca de la Jefa, que vino con paso raudo y obligó a mi amigo a dejar su sitio a la chica, ganándose en esta ocasión murmullos de aprobación del gentío. La acompañaba quien parecía ser su hija. Ambas fueron a explicar la situación al chófer. Éste no hacía más que encogerse de hombros y arquear las cejas. Mientras trataban de acercar posturas y cada bando decía entender la situación del otro, las dos consiguieron un espacio libre más o menos amplio junto a él, dándole conversación entre sonrisas. En la siguiente parada subieron ocho personas más. La Jefa elevó el tono para decir que no estaba dispuesta a admitir más gente sintiéndolo mucho “no tengo nada contra ustedes”, se disculpaba. Entre tanto, la voz de la central volvió a pedir a los usuarios que siguiesen avanzando hasta el fondo porque cabían más viajeros. La voz neutra apelaba a nuestro civismo y solidaridad.
La Jefa nos empujó de nuevo a los más jóvenes hacia el fondo, quitándonos incluso los auriculares para explicarnos que no quedaba más remedio y que eso era lo mejor para todos. Mi amigo y yo fuimos enlatados allí. Creo que perdí los cascos, y muchos codos se clavaron en mis costados adrede. Me costaba respirar y una chica empezó a gemir diciendo que se ahogaba, que no podía más. La Jefa le pidió tranquilidad y volvió a enzarzarse con el autobusero, éste le dejo un teléfono móvil y ella gritó algo acerca de “mi gente”. Colgó y nos obligó a dejar espacio a la chica. Era casi imposible, por lo que los chicos más ágiles treparon por las barras del techo para quedar allí colgados. Mientras la joven amenazaba con vomitar el autobús se detuvo. El viento había arrastrado un contenedor hasta la calzada. Hubo otra negociación y, como siempre me quedo mirando, me tocó a mí bajar con el conductor a aparatarlo. Estaba casi vacío, menos mal. Al terminar le dije que podía haberlo esquivado, a lo que contestó que quizá sí, pero que el miedo a rozar un vehículo nuevo le atenazaba. Llegar a su destino con el autobús abollado o rayado le hubiese complicado mucho su futuro. Subimos y la Jefa me dijo sonriendo que no era necesario que volviera al fondo. Me gané quedarme delante con ellos, en una situación algo más desahogada. La Jefa, mientras, había formado un pequeño comité en el que destacaba un señor con paraguas.
Cada parada era una amenaza que dejaba a todos sin respiración, aplastados como estábamos. En la siguiente, alguien acreditado del comité gritó que habían bajado cinco personas. La Jefa declaró que podían subir única y exclusivamente cinco y el chófer se encogió de hombros otra vez. Subieron siete, ya que la voz neutra señaló que quedaba espacio para dos pasajeros más, por lo que fui enviado de nuevo al fondo. Una parada más adelante, la Jefa y su acompañante abandonaron el autobús tras despedirse larga y cariñosamente tanto del autobusero como de Paraguas, el cual procedió a apelar a nuestro civismo y solidaridad y a darnos nuevas instrucciones.
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el sistema? dabuten!
felicidades a Can Kente y diego Feijóo, muy buenos. Saludos Pilar.