24/04/2013
Los políticos en España siguen una técnica depurada de culpar al ciudadano de todos los males de la crisis. Empezaron con la consigna de que «todos los ciudadanos en España habían vivido por encima de sus posibilidades». Se acabó ayudar al ciudadano, en el que no se puede confiar, claro, es un irresponsable. De este modo se abría la puerta a todos los recortes en los servicios públicos y las ayudas públicas a la banca que vinieron después, puesto que eran la cura necesaria al mal comportamiento del pueblo. Cuando la gente salió a la calle a protestar, enviaron a los antidisturbios (bueno, son para eso, ¿no?) a dar hostias. Después, con la ley en la mano, sacaron a la gente que se había quedado en paro y sin ingresos de sus pisos, siguiendo las órdenes de los bancos a los que habían ayudado con dinero de todos. Ahí usaron el escrache antes que la gente de a pie, los verdaderos perjudicados, empobrecidos, humillados por la crisis. Escraches y violencia de estado para proteger a los mercados, no a los ciudadanos. Hicieron caso omiso al más de millón de firmas para cambiar la ley hipotecaria (una ley al más puro estilo medieval, al que solo le falta el derecho de pernada). Ahora se ponen llorosos porque hay grupos de ciudadanos que se movilizan y salen a la calle a escrachear a políticos. Qué pena dan. Pobres políticos. Y qué malos son esos ciudadanos. «¿Para qué les dimos la oportunidad de votar?» comentan entre ellos…
Este número va dedicado a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. A ellos, todo nuestro apoyo.
Javirroyo
Un caballero no tan santo
Me encanta la celebración del 23 de abril: Sant Jordi. La ciudad se convierte en una gran librería romántica: paraditas con aroma a papel en cada esquina, puestos de rosas de todos los colores arrojando su delicado perfume. A mí sólo me molesta el caballero canonizado y el dragón demonizado.
Para quien desconozca esta leyenda, se trata de la historia de un dragón que se alimentaba de doncellas (el alimento natural de los dragones, ¿qué van a comer si no? ¿hierba? ¡Eso es para vacas!). Las doncellas proveen a los dragones de todos los nutrientes necesarios para darles la fuerza requerida para cumplir con su destino de dragón: limpiar los reinos incinerando pueblos inútiles y luchar al lado de nobles caballeros, y hablo de nobleza de corazón, que la otra no es real (en ningún sentido). Aparentemente, el dragón en cuestión, tenía preferencia por el sabor de las doncellas de cierto reino. Todo el mundo tiene preferencias culinarias (él no iba a ser la excepción) y le iba de fábula hasta que se le ocurrió probar un bocadito de princesa: «¡Ñam, princesa!», se relamía.
Se sabe —pero obviamente el animal no lo sabía— que cuando te metes con los poderes fácticos tienes todas las de perder. De manera que en cuanto el dragón anunció que esta vez se zamparía una doncella perteneciente a la casa real (por aquello de que estaba sazonada con aquella salsa azul que en humano se llama sangre), saltaron todas las alarmas en el reino. El rey alzó la ceja izquierda y con ese leve movimiento dejó claro que no, que esa doncella, no, «¿es qué no hay suficientes lavanderas, tenderas o panaderas?».
Ahí entró aquel caballero en acción: Jordi, quien decidió que una oportunidad como esa difícilmente se repetiría y puso manos a la obra. Más bien, espada y lanza en ristre se lanzó al ataque de aquel pobre —y desarmado— animal. Muerto el bicho, ¿fue el caballero acusado de dragoncidio? ¿hubo, acaso, manifestaciones en contra del maltrato animal? ¿el rey en su papel de representante divino, y justo, castigó al bandido? No, una vez más, se demostró que la justicia no habita el mismo suelo que zapatean las minorías, porque una vez asesinado el dragón, el caballero Jordi fue canonizado, ensalzado, alabado y convenientemente casado con la princesa a quien había salvado de convertirse en plato principal.
Desde luego, lo que es innegable es que era un excelente estratega. He aquí las huellas de una campaña de marketing admirable: ¿cómo puede tener tan mala fama el dragón si fue la víctima? Digo, es él quien está a no sé cuántos metros bajo tierra fosilizado, probablemente junto a los huesos que quedaron de las plebeyas que nadie defendió. Resulta que un pobre animal no tiene derecho a su comida. Resulta que cuando se le ocurre probar un bocadito de princesa, ¡entonces el caballero sí hace algo! como siempre: hay que estar enchufado. Así que Sant Jordi sólo defendía princesas, las plebeyas sí podían ser comida de dragón.
En conclusión, el día de Sant Jordi yo estoy a favor del dragón, porque estoy en contra del maltrato animal.
Personas con influencia que maltratan a las minorías para quedar bien con los gobernantes… no han cambiado tanto las cosas.
Estrategias
Se sintió odiado, repudiado, asustado, pequeñito; y muy solo. Desde el portal llegaban los gritos, los insultos, los murmullos… todo tan ajeno a él. Escuchaba a su padre hablando por teléfono con alguien, su voz airada, saliendo del rostro cárdeno a punto de explotar, pedía «refuerzos» y escupía, una tras otra, frases entrecortadas que seguramente completaba su interlocutor. Su madre callaba con los ojos enrojecidos, a juego con su marido, como siempre.
La puerta, bajo la presión de muchas manos, emitía un ruidito crujiente, parecido al del pan seco cuando partes un trozo con las manos para rebañar alguna salsa o remojarlo en leche caliente. El pan remojado era delicioso, el adolescente intentó concentrarse en ese gusto lácteo y dulce para espantar al miedo.
***
Nos acercamos a su casa, alguien había conseguido una lista de direcciones sin mucha dificultad y en la asamblea del día anterior decidimos la que nos tocaría ese día. En mi mochila pesaban las pegatinas con consignas y los folletos con la explicación de por qué hacíamos aquello. Me intimidaba un poco la idea de intentar intimidar a alguien con tanto poder, pero estaba tan cansada, tan asqueada de mi vida, tan harta de intentar sobrevivir en una sociedad que me limitaba en casi cualquier aspecto, que necesitaba aquello como quien, sediento, bebe sin respirar, y de un sólo trago, doscientos cincuenta centímetros cúbicos de agua.
***
—¿Y qué hicisteis al llegar allí, tío?
—Tapizamos la puerta y las ventanas con pegatinas.
—¿Y les dijisteis algo más… o sólo eso?
—Hombre, les gritamos que eran unos ladrones… ya sabes, las consignas…
—Ah, sí.
***
¡Corruptos!
¡Perroflautas!
¡Ladrones!
¡Nazis!
¡Mentirosos!
¡ETA!
¡Manipuladores!
¡Terroristas!
***
—Déjalo ya, ¿vale? Ya se cansarán.
—¿Pero cómo lo aguantas? ¡Esto es acoso, collons!
—Todo pasa, todo se agota, todo tiene fecha de vencimiento. Hasta la conciencia.
—Joé, qué paciencia tienes, macho.
—No es paciencia, o en todo caso, no sólo es eso. Es estrategia.
—Pues estos no tienen pinta de estar cansados más que de tus «estrategias».
—Que sí, que se cansan, que todo es perecedero, que nada dura para siempre, que «no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista».
—¿De dónde coño sacaste eso?
—Sabiduría popular.
—…
—Mira, fíjate en lo que duró el sitio en Sol, ¡y ese sí que parecía eterno! Y no… ya te digo que la gente se cansa hasta de estar cansada. No pueden estar ahí toda la vida; es esa, y no otra, la táctica que funciona. La mejor estrategia es el cansancio, la mejor respuesta el silencio, la indolencia es un arma poderosa. No importa lo que parezca ahora: vamos a ganar.
Escraches
La asamblea extraordinaria de la Liga de Espectros, Fantasmas y Otros Espíritus, Así en General (más conocida por sus siglas: LEFE,AG) cedió la palabra a la delegada de las súcubos.
-De ninguna manera. Las mías se niegan a cumplir esa misión. No yaceremos con esos politiquillos de tres al cuarto cuando duerman. Solo de pensar en ese tal Montoro o en Gallardón, brrr, se ponen los pelos como escarpias. A nosotras nos gusta pervertir a varones puros y castos y no a gentuza ya pervertida. Entendemos que hay que hacer sacrificios, apoyamos la unión con los no muertos pero…
-Lamento interrumpir a tan bello ectoplasma -intervino el delegado de los vampiros- pero nos consideramos poseedores del término “no muertos”. Pedimos que a los vivos se les llame simplemente vivos o, en su defecto, humanos.
-Está bien -aceptó la súcubo-, no era mi intención molestar. Apoyamos la unión con los vivos o, en su defecto, humanos pero no estamos dispuestas a ensuciarnos de una forma tan vil. No sé qué pensarán nuestros hermanos íncubos.
-¿Con Rajoy? Lo flipas, hermana. Los íncubos estamos dispuestos a ejercer medidas de presión siempre y cuando excluyan cualquier tipo de contacto físico con políticos, empresarios, banqueros y chusma singular.
-Los escrúpulos de nuestros compañeros íncubos y súcubos…
-Hasta donde yo sé, las labores del moderador no incluyen el uso gratuito de juicios de valor.
-Decir que tenéis escrúpulos no es un juicio de valor, es un hecho.
-No estoy de acuerdo -insistió la súcubo-. Y si no te parece bien, fóllate tú a González Pons.
El escalofrío que recorrió al moderador al imaginarse la escena fue tan horroroso que a punto estuvo de solidificarse encima.
-Retiro lo de los escrúpulos. En todo caso, la opción de chuparles la energía mientras duermen a esta gentuza queda descartada.
-Perdonad la interrupción -dijo el íncubo-. Sé que no tengo la palabra. Pero, demonios, ¿en qué estabais pensando? ¿Queríais matarnos de nuevo? Hay que ser retorcido: Sáenz de Santamaría, De Cospedal, joder, Ana Botella… -en ese preciso momento se escucharon a varios espíritus vomitar. Por fortuna eran vómitos incorpóreos e inodoros.
-Un poco de calma -rogó el moderador-. Tiene la palabra el representante de los Revenants.
-Gracias. A nosotros nos va el rollo este de volver entre los vivos. Nos ofrecemos voluntarios para ir allá y acojonarlos
-¿Acojonarlos? -dijo el delegado banshee-. Creía que estábamos aquí para algo más. Mi pueblo exige un justo castigo.
-Bueno, nuestra propuesta -aclaró el Revenants- es acojonarlos pero hasta que se meen y se caguen encima. Y, quizás, si el delegado gremlin está conforme, alguno de ellos nos podrían acompañar, se manejan bien con los aparatos electrónicos, y grabarles mientras se hacen encima aguas menores y mayores.
Un murmullo de aprobación recorrió la asamblea extraordinaria de la LEFE,AG. El escrache ectoplasmático estaba en marcha.
Miedo en el «escrache»
Me uní al escrache sobre un diputado del Partido Popular cuya existencia desconocía, para ser sinceros. Realmente me sobrecogió que viviese a unas cuantas manzanas de mi casa. Yo no soy para nada curioso, y en España hay que tener una curiosidad infatigable para conocer quiénes son los diputados que representan a tu provincia y desentrañar a qué dedican la confianza depositada en ellos. Me sumé a la Plataforma para ayudar, creo que son tiempos de arrimar el hombro y dejarse de pamplinas; pero este era mi primer escrache, ya que nunca me ha atraído demasiado eso de intimidar: odio inspirar temor, esa es la verdad. Pues eso, allí estaba yo, frente a la casa del diputado, sujetando una pancarta que rezaba “Sí, se puede” y cantando enérgicamente junto a mis compañeros, mientras observaba las ventanas deseando no ver aparecer la cabeza de ningún niño.
La algarabía se fue atenuando; el ambiente se tornó grisáceo. Los curiosos se iban agolpando a prudente distancia y los policías nos miraban, arracimados junto a un furgón. Entonces me atenazó un nudo de sensaciones ingobernables. Temí a un compañero que hablaba animadamente por su móvil mientras señalaba ostensiblemente a la policía. Me inquietó mi vecina del 3º, que llevaba ya tres años sin hablarme por una absurda discusión comunitaria; tomó un megáfono y empezó a hablar de niños y a compararlos con rabia. Las pegatinas le colgaban como medallas. Me angustié por el pánico que podrían experimentar el diputado y su familia, y por la venganza silente del gobierno. Tuve miedo a los viandantes que nos jaleaban o insultaban, a las miradas temerosas que me evitaban. A la tensión que me secaba la boca; a la gratuidad de los hechos y las palabras; a la inmutabilidad; a la manipulación; a las ruedas de prensa; a la inercia; a la impostación; a la palabrería; a la impunidad; al odio; a los dueños de la verdad. Albergué fundadas sospechas de seguir siendo un peón. Me alarmó la posibilidad de perder mi empleo; de no tener dinero para la vejez o para mi salud y la de mis hijos. Me convencí de que el banco no me devolvería el total del plazo fijo a su vencimiento. Estuve totalmente seguro de que ante un problema médico la administración me vería como una carga y me despacharía a las primeras de cambio. Deseé anular el discreto viaje que teníamos programado al extranjero, ya que tuve la certeza de que si algo nos ocurría el gobierno sería incapaz de ayudarnos. De pronto me sentí culpable por no consumir, por no aceptar las insistentes ofertas de las compañías de telefonía; por no querer conducir. Me ahogué en una intensa congoja por no saber quién era realmente, ni si estaba pensando en cada momento lo que debía.
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[…] Viñeta para El Estafador 165: ESCRACHES. […]
Vaya por delante que no estoy a favor de los escraches como forma de protesta, pero este número de El Estafador ha sido genial. Y la viñeta de Xavier Águeda sublime.
Ojetes ¿y que te joda el Gobierno? ¿De eso estás a favor?
Ojetes, ¿en serio no estás de acuerdo con los escraches? Pues a mí poco me parecen para todo lo que de verdad se merecen los miserables que nos gobiernan.
«Los gobernantes y los medios afines deberían felicitarse de la calma y el civismo que estamos demostrando los ciudadanos. Viendo la manera en que los ciudadanos están siendo maltratados y humillados, con familias asaltadas por el balcón y echadas a rastras, y miles de ahorradores estafados con descaro, es admirable lo pacíficos que seguimos (…). Inteligencia colectiva la de la PAH, que ha desbordado a la clase gobernante con una forma de protesta eficaz y muy hábil: llevar a las casas de los diputados la protesta enmarca la acción y su respuesta en el ámbito del domicilio, ese que algunos consideran sagrado salvo cuando te desahucian. Las repetidas imágenes de familias, niños incluidas, echadas a la fuerza a la calle con lo puesto, están tan presentes para los ciudadanos que cualquier pataleta apelando a la inviolabilidad del domicilio y la protección de los niños se diluye como azucarillo. Los escraches serían inaceptables para la mayoría hace cuatro años; hoy en cambio cuentan con un apoyo masivo». (Isaac Rosa)
«La respuesta a la violencia de los desahucios está siendo pacífica, extremadamente pacífica. Lo que a estos señores les parece insoportable es que en la casa de los diputados que se niegan a apoyar iniciativas para garantizar el derecho a la vivienda lleguen pegatinas y cartas de afectados y que incluso toquen el telefonillo (¡horror!) (…). La movilización está ganando en inteligencia y eficacia y eso es lo que está poniendo tan nervioso al PP y a su pesebre. Pero si observáramos con atención la infinita contención de una ciudadanía a la que van despojando de sus derechos humanos más vitales mientras va conociendo cómo saquearon su país quienes se ponen la corbata para explicar que lo indignante es que les pongan una pegatina en el portal pensaríamos que la rabia no debe de ser tanta cuando es posible tantísima contención». (Barbijaputa)
Ah, un momento. A lo mejor es que estamos dando por sentado que a Ojetes le parecen mal los escraches por ser demasiado fuertes y lo que quiere decir es que son demasiado suaves. En ese caso sí, estamos conformes. Pero como primer paso no está mal. Quizás molaría también algo más divertido, como lo típico de llamar a los telefonillos del portal a las 4 de la mañana y dejarles puestos un palillo para que se quede sonando el timbre.
[…] “Escraches” El Estafador #165 […]