EL BÁRBARO CAVILANTE

17/03/2021

By Luís Segura

El bárbaro esgrime su espada en lo alto de la colina, rodeado de cadáveres mutilados, ebrio de sangre. Sus mandobles, en un festival de vísceras y dolor, cortan la carne y trituran los huesos de los desdichados enemigos que tratan de vencerlo. En un momento de respiro, cuando el cuerpo decapitado de un pobre desgraciado cae al suelo, el bárbaro es atacado por una mundanal pregunta: ¿Por qué estoy luchando?

Nuestro protagonista se queda atónito, quizás sea por culpa del fragor de la batalla, pero no puede recordar el motivo de su matanza. ¿Lo hace por la libertad? ¿Para defender a los suyos? ¿Por el amor de una dama? ¿Por su patria? ¿Por deporte?

El lapsus imperdonable lo incomoda. Esquiva una cuchillada traicionera, retrocede dando un corte oblicuo y parte en dos a otro desventurado. El bárbaro sabe que no es bueno pensar. No sea que le pase como a Porthos, el espadachín fortachón de la novela Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas que escapaba de una explosión de pólvora cuando, por primera vez en su vida, le dio por pensar: ¿Cómo puede ser que al mover los pies avancemos? El pensamiento lo dejó clavado, inmóvil y cavilando. La explosión lo mató.

¿A lo mejor lo suyo es vocacional?  Los proctólogos, los maquilladores de cadáveres, los guardias del palacio de Buckinham, todos, aunque parezca mentira, tienen un sueño y un porqué. ¿Cuál será el suyo? Ni siquiera sabe en que bando lucha ni qué ideología defiende ¿Es eso importante? Recuerda que se ha cambiado varias veces de lado, pero no recuerda en cual está ahora. ¿Lo estará haciendo por necesidad? Como el que trabaja limpiando los baños en plena pandemia. ¿O lo estará haciendo para hacerse rico? Como el que contrata al que limpia los baños en plena pandemia. ¡La riqueza! Esa sería una buena opción, aunque siente en el fondo de su corazón que no es la principal.

Con una estocada al frente, introduce la espada en la boca de un pobre diablo y después de un tajo circular, da por muerto al último de sus enemigos. Empapado en sudor y sangre levanta el puño victorioso. ¡Ha ganado la guerra! Al ver la alfombra de cadáveres de enemigos desmembrados, al escuchar las trompetas de la victoria, al imaginarse la entrada triunfante en el reino con el pueblo de rodillas, la corona en su cabeza, el cetro en su mano y el trono en su culo, el bárbaro, por fin recuerda el objetivo de sus hazañas, el porqué de su lucha: Lo que le da sentido a todo es obtener el poder. Nada más.

 

By Luís Segura

 

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