by Lluís Segura
Empiezo mi voluntariado de lectura a domicilio para gente mayor. Llamo a la puerta de un piso destartalado del centro y me recibe una adorable anciana que camina ayudándose de un bastón blanco. Se sienta en su sofá; yo, en una silla frente a ella. Me ofrece un libro sin título forrado con tela dorada. La anciana me dice que empiece por donde quiera y luego me dedica una sonrisa afable. Abro el ejemplar por la mitad, carraspeo y empiezo a leer en voz alta. El libro trata de un hombre que visita a una mujer mayor, casi ciega, para leerle libros y hacerle compañía. Ella le ofrece un libro sin título de color dorado. Él empieza a leer la historia, que trata de un hombre que llega a una antigua casa para leerle un libro a una entrañable anciana casi ciega, ella le ofrece un libro dorado sin título y él empieza a leerlo. El libro que lee cuenta la historia de un hombre que llega a casa de una anciana…
—¿Qué está ocurriendo? —le pregunto a la mujer.
—El espejo frente al espejo —me contesta—. Siga, por favor, no se detenga.
Intuyo que “El espejo frente al espejo” es el título del libro. Levanto los hombros y sigo leyendo. En el libro, el protagonista le pregunta a la anciana qué es lo que está ocurriendo, la anciana le dice que está en un caso típico de libro reflejado en otro libro, algo parecido a poner un espejo frente a otro espejo y crear el infinito.
—No lo entiendo —digo totalmente perdido.
—No se apure jovencito. Es solo una argucia del autor, un escritor barato que juega con la metaescritura para hacerse el gracioso, y que, como puede observar, está contando nuestra historia para que alguien en algún lugar nos lea.
—¿Alguien nos está leyendo a nosotros? —pregunto atemorizado.
—Por supuesto. Una lectora o un lector.
—Eso es un poco angustiante… Me incomoda. ¿Hay algo que pueda hacer?
La mujer me guiña el ojo y dice:
—Cerrar el libro y dejar de leer.
by Lluís Segura