Preferiría hacerlo

03/05/2021

 

Por la mañana me veo en el andén del metro, lugar al que regreso con espantosa precisión 9 horas y 15 minutos más tarde, subrayando (si fuera necesario) lo absurdo de la situación. Para qué voy si siempre acabo volviendo.

Entre la ida y la vuelta, hago ver que hago ver que trabajo. Porque en realidad llevo tiempo sabiendo que soy el único que hace algo en la compañía. Porque de lo que se trata en Seguros Mauricio SL es de encontrar las más diversas formas de no trabajar, y mis compañeros de trabajo han demostrado una fenomenal pericia en el “preferiría no hacerlo”.

Sonia está siempre pegada a la máquina de café, gastando su exiguo salario en llenar el mismo vaso de plástico con aquel abominable brebaje. Ahora ya llora todo el día, pero sigue llenándose el vaso y tragándose, entre espasmos y  sollozos, aquel líquido negruzco. Los problemas intestinales causados por su exagerada ingesta de cafeína la incapacitan para una vida sexual satisfactoria y su marido se largó hace tiempo ya, y con los niños.

Miguel se pasa el día yendo al trabajo. Antes se metía ahí donde veía que podía haber un embotellamiento. Ahora ya los provoca. Alguna vez ha tirado su basura “accidentalmente” en plena Ronda de Dalt obligando a todos los coches a pararse hasta la llegada de los servicios municipales. Una vez nos llamó la Guardia Urbana informándonos que se lo habían encontrado dormido, con el coche cruzado en medio de la ronda. Y que cuando lo despertaron fingió haber sido víctima de un secuestro. Su mujer, Irene, me llamó una vez diciéndome que todo esto debía acabar, que Miguel acababa de provocar un accidente que había hecho que un autobús escolar volcara.

Antoni está exageradamente gordo. Está tan gordo que los que han compartido vestuario con él aseguran que es difícil saber dónde empiezan los brazos y donde acaba el torso y que parece estar dotado de una sola pierna únicamente separada en su extremo por dos minúsculos pies que, eso sí, es capaz de mover con una velocidad pasmosa. Por eso, y porque asegura que un empleado en forma es un empleado eficiente, se pasa el día subiendo y bajando las escaleras del edificio que alberga nuestra oficina. Cualquier día se lo encuentran desparramado, hecho un charco.

Nunca hemos visto al jefe, ni siquiera nadie ha entrado en lo que se supone que es su despacho. Algunos dicen que no existe. Que nunca ha habido jefe. Pero Nacho, el de “contabilidad”, hace las veces de comandante de la nave y ya me ha llamado varias veces la atención por ponerlos a todos en evidencia con mi disciplina laboral. Y eso que yo pensaba que me había convertido en un maestro en el arte de simular no trabajar.

Ahora estoy de nuevo en el andén, esperando el metro. Toco mi bolsillo derecho y el contacto con mi pistola me tranquiliza.