EFECTOS SECUNDARIOS

06/07/2021

by Lluís Segura

 

Llevamos más de un año sin ver bocas. Sí, bocas. Ese orificio de entrada y salida que hay debajo de la nariz.  ¿Y que ocurre cuando ocultamos algo? Pues que se convierte en algo prohibido y deseable.

Lo confieso, poco a poco he desarrollado un fetichismo de proporciones Epicurias. A llegado el momento en el que bajar una mascarilla es como quitar un sostén, unas braguitas o unos calzoncillos.

Las mascarillas se han convertido en la lencería de la cara. Una prenda que evidencia lo que oculta.  Su evolución ha sido muy parecida a la de la ropa interior: Empezamos con colores pasteles y formas rancias y hemos acabado llevando mascarillas con lentejuelas, bordados e incluso transparencias. Hemos creado una prenda que resalta la mirada y convierte la sonrisa en un secreto. El misterio es la base del drama decía Jean Claude Carrière el guionista de Buñuel.

En mi creciente bocafiliahe suspirado por adivinar las formas de la boca de la nueva cajera del Aldi, de la conductora del taxi o de mi recién llegada vecina, he imaginado sus labios, he intentado adivinar la combinación de su abertura facial con su ojos chispeantes azulados. Antes miraba culos y escotes (con disimulo y respeto) ahora fantaseo mirando mascarillas.

Las terrazas. ¡Ay! Las terrazas. Han sido el oasis del deseo sediento. Una suerte de campings nudistas o pequeños clubs liberales de exhibicionistas. Todo el mundo sin mascarilla o peor con la mascarilla debajo de la barbilla (¿para provocar quizás?).

 

Ahora que ha terminado la obligación de usar mascarilla por la calle, me siento rodeado de bocas lubricadas, brillantes y carnosas, sonrientes, sinuosas, con sus expresiones, vocales: A, E, I, O, U. Sobre todo la O, abierta y palpitante en forma de ósculo tentador.

Supongo que, al salir a la calle, me he sentido como como un integrista en una playa de la Costa Brava. Toda una vida rodeado de burkas y ¡zas! Miles de cuerpos en pelotas a plena luz del sol. Parón cardiaco. Quemaduras de tercer grado en el sistema apetente.  Muerte.

 

Lo triste es que la normalidad es el más aférrimo enemigo del deseo. Dentro de nada las bocas volverán a ser algo familiar y convencional, dejarán su misterio y dejarán de ser prohibidas y de fustigar mi deseo.

Aún así, hermosa boca de labios gruesos, ábrete para que tu lengua se introduzca sonriente en la mía. Aprovechemos el fin de la prohibición para morrearnos sin tapujos. Aprovechemos la vacunación para besarnos y compartir fluidos. Porque el beso profundo, atornillado, lascivo, enredado de mente y cuerpo,  es una de las formas más puras que tiene el alma de hablar. Esa alma que ha pasado tanta hambre y ahora necesita alimento. Fuera las mascarillas y por qué no, fuera las máscaras.

 

by Lluís Segura

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