OCURRIÓ CERCA DE SU SOFÁ

08/07/2021

Como en muchas ocasiones cuando volvía del lavabo, nuestro productor, Camilo Fanchón,  llegó a la sala de reuniones con el rostro algo desencajado, un tic recurrente a altura del labio y una agresividad todavía más pronunciada que la habitual.

Se puso a hablarnos del share (que bajaba), de los anunciantes (que se iban) y de su odio visceral y eterno a TelaJinco, nuestro principal rival en la batalla por la audiencia televisiva.

TelaJinco nos había “metido dos goles consecutivos”, nos dijo mientras agitaba los brazos en el aire: Menudos Intrépidos, un programa donde unos famosos en horas bajas presentaban a una audiencia extasiada el quehacer diario de sus retoños (cambio de pañales, caídas en el jardín, vomitonas) y ¡Ups!, un programa de cámara oculta en los probadores de unos grandes almacenes.

Teníamos que dar un gran golpe, sacar toda la artillería pesada, demostrar a todos que a la hora de sobrepasar límites nadie nos podía superar.

Justo cuando el productor nos estaba amenazando con despedirnos a todos si nuestra audiencia no levantaba el vuelo, tres hombres corpulentos irrumpieron en la sala de reuniones, agarraron a Camilo y se lo llevaron a una sala contigua.

Nos miramos los unos a los otros sin atrevernos a soltar una palabra mientras oíamos los golpes y las amenazas que procedían de la otra sala. Al parecer nuestro productor debía dinero, mucho dinero.

Al cabo de un rato, Camilo volvió a la sala, ajustándose la corbata y reuniendo la poca dignidad que le quedaba.

– Bien, amigos, creo que ya tenemos la solución.

Adivina a quién voy a matar fue un éxito inmediato y rotundo, pero creo que no tan sorprendente a la vista de las derivas del panorama televisivo. El formato era sencillo pero muy eficaz: nos pusimos a seguir a los mafiosos en sus simpáticas actividades diarias con un despliegue de medios rara vez visto hasta entonces.

Extorsiones, amenazas, palizas y asesinatos aseguraron a la cadena un aumento de audiencia considerable, a nuestro querido productor seguir costeando sus aficiones narcóticas y a los más despiadados asesinos de la ciudad alimentar su egolatría.

Y aquí me tienen, con mis dos másters, mis prácticas en la BBC y mis más de 20 años de carrera, colocándole un micro de corbata a Camilo, mi ahora ex jefe, mientras están a punto de someterlo a una expeditiva extracción de muelas sin anestesia. Una vez el programa lanzado, los mafiosos no tardaron en darse cuenta de que ya no lo necesitaban y, además, los telespectadores habían pedido a través de las encuestas la lenta ejecución del creador de tan innovador formato televisivo.

– No es nada personal, Camilo. Es la audiencia.

 

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