24/09/2021
Para indagar en el origen de la palabra “adicción” debemos remontarnos a tiempos remotos, muy remotos, ni más ni menos que a tiempos bíblicos.
Estamos en el año 52 a.C, cuando Dick y Cheney, dos drogadictos de los suburbios de Glasgow (Glasgow no existía y sin embargo sus suburbios sí) acaban en Tierra Santa tras una fenomenal e inacabable borrachera.
Cheney, convencido de que van a una rave “a echar la última”, sigue a Dick donde sea, como siempre, y no son pocos los lugares sorprendentes a los que su lealtad (y su sed) le han llevado con anterioridad.
Aquella vez, sin embargo, van más lejos de lo que nunca han ido, con un desvío de unos 4000 km respecto al trayecto previsto.
“Tanto rollo y me traes a un campamento hippy” profiere un decepcionado Cheney al ver a ese conjunto de barbudos (y con tirabuzones, para más inri) sentados y murmurando en un lengua incomprensible en torno a una menorá, ese bonito candelabro judío que Dick aprovecha para encenderse un pitillo ante la mirada atónita de los congregados.
No hace falta decir que la irrupción de los dos personajes en medio del acto religioso causa una fuerte conmoción entre los fieles. Dick y Cheney, en cambio, no dudan en aprovechar la hospitalidad local para instalarse en el poblado y acabar con todas las sustancias psicotrópicas con las que la generosa naturaleza ha obsequiado a una Tierra que no es Santa por casualidad.
Ante la imposibilidad de juzgarlos ni siquiera de hablar con ellos (lo único que han aprendido a decir en hebreo los dos borrachuzos politoxicómanos es “¿que si quiero o que si tengo?”), el Consejo de Sabios de la Santa Judea decide separarlos y enviarlos a los valles más separados que permite su jurisdicción.
Así, deciden emparejar a los dos hooligans con dos montes: “a Dick, Sión” y “a Cheney, Sinaí”, pronuncia con solemnidad el rabino Yeraá.
De la expresión “Cheney, Sinaí” sólo ha derivado la expresión albano-kosovar “chenisinai”, que curiosamente se utiliza en tono jocoso, en las más oscuras timbas de Pristina, cuando un jugador de póker se echa un farol.
En cambio, “A Dick, Sión” corrió la suerte que todos le conocemos.
Y así, amigos, fue cómo nació la palabra “adicción”.
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