O DE VERANO

28/06/2022

by @lluis.segura

 

Cada año, como un patriota en una trinchera, trato de escaparme del cambio estacional. Ahora que el frio formaba parte de mi ser, mi estar y mi padecer, resulta que ese viejo, implacable, administrativo chupatintas llamado calendario, certifica (con acuse de recibo) que ya llegó el verano.

Y yo sigo con calcetines de ejecutivo, camisa de manga larga, botas al tobillo y mi chaqueta de piel. Seguiría así, agarrado al invierno como una garrapata de temporada, si no fuera por que de pronto: huele a verano.

Esto que parece pura poesía en realidad es algo científico. Cito textual a Mr. Google: “a más temperatura, más vapor de agua en el aire y por tanto, más moléculas en nuestra nariz y como resultado tendremos olores más intensos.”

A mí el verano me huele a melancolía con ron blanco, hielo, limón y menta y un luquete de piel con gotitas de mar. Me huele a sexo caldoso, a ropa rendida, a palmadas de chancleta (por bulerías), a salitre de discoteca, a pintalabios de deseo, a mambo, rumba y salsa de rosas, a bikini de fresa, a perrito piloto, a nube de azúcar, a libro inacabado, a pomada anti mosquitos, a cloro de piscina (la de los otros), a mejilla en el cristal de un paisaje y a mí, en el reflejo luminoso de tus gafas de sol.

Y cuando todas esas moléculas de olor entran en mi nariz, se me dispara la carótida, mis venas se hinchan de cálida energía escarlata y como las raíces de un árbol alimentan la substancia de mi cuerpo.

Y entonces ya estoy listo para llevar shorts y sobre todo para ver los tuyos y zambullirme de nuevo en el disfrute del verano. Eso sí, hasta que un día fatídico empiece a percibir el olor triste y empalagoso de la Navidad.

 

by @lluis.segura

 

 

 

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