09/07/2022
Empujamos con fuerza nuestros cuerpos y partimos por la mitad la cama; atravesamos el suelo, todos los pisos, el sótano, el parking y chocamos contra los cimientos del edificio, gritando y jadeando.
Empujamos otra vez, perforamos todas las capas de la corteza terrestre nos damos con el núcleo de la Tierra y nos cargamos su eje geoestacionario, lo que provoca maremotos, terremotos y tsunamis que lo aniquilan todo.
Entonces, con una mirada lasciva, ella me reta a que continúe, y esta vez soy como una flecha galáctica entre sus piernas, como una cuña cósmica, como un ariete interestelar. El Universo se altera en forma de dardo helicoidal y cuando estamos sobrepasando la velocidad de la luz, tenemos un orgasmo de millones de teravatios, tan prolongado, que deforma la curva del espacio-tiempo, creando un nuevo y flamante agujero negro en la Vía Láctea. Después caemos muertos en la cama mientras escuchamos los aplausos de Dios.
Resoplamos entre las cenizas y los escombros de la pasión. Ella, se abraza a mi cuerpo y me mira embelesada… Yo le digo para vacilar:
—¡Eh! ¡No te flipes! Sólo ha sido un polvo, no te vayas a enamorar…
Ella se desimanta y se da media vuelta. Mi vacilada no le ha sentado bien. La oigo pensar enfurruñada. ¿Estará tramando algo? De repente, se gira y se coloca encima de mí.
—¡Te vas a enterar, capullo! —me dice con los ojos afilados por el desafío.
Y así es como termina el mundo tal y como lo conocemos hoy.
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